jueves, 26 de febrero de 2009

El origen de todo



Recuerdo aquella tarde a mediados de primavera durante uno de mis años de universidad, allá por el año 98 ó 99. Un buen amigo había empezado a prestarme una gran cantidad de películas, más o menos clásicas, para que las viese tranquilamente y luego tuviésemos ocasión de comentarlas. Aquel día le tocaba turno a La Ventana Indiscreta de Alfred Htichcock, la cual llegó a mis manos como todas las demás, en una vieja, pero excelente, grabación VHS.

A pesar de que ya habían pasado por mi vida muy buenas películas, y alguna como Los Pájaros (oh causalidad, también de Hitchcock) me causaba tal fascinación, que creo la había visto por aquel entonces más de una docena de veces, no fue hasta ese día que descubrí que el cine aparte de como entretenimiento, puede ofrecer algo más. Veía películas en las salas de cine o en mi casa, me entretenían, algunas pocas me aburrían y ya está. Muy pocas conseguían que me detuviese a pensar en ellas una vez vistas. Y desde luego ninguna me había provocado el detenerme a pensar en que hubiese ese “algo más”.

Pero esa tarde, cuando me senté en el sofá de mi casa y medio desganado empecé a ver La Ventana Indiscreta, poco a poco hubo algo que me fue atrapando, hasta tal punto que me pregunté qué demonios había en esa película que me estaba haciendo sentir una emoción tan rara y desconocida en mi interior. ¿Sería aquella historia relativa a un asesinato cometido en un patio de un bloque de apartamentos de Nueva York visto desde los ojos de un vecino fisgón postrado en su silla de ruedas? ¿Acaso las historias entrelazadas, siempre con el tema del amor de fondo, que tienen lugar en cada uno de los apartamentos? ¿Los intentos de Grace Kelly de conquistar a James Stewart? Ni de coña. Nada de eso. Todo aquello me lo habían contado ya en otras muchas películas. Así que llegué a la conclusión de que lo que me emocionó no era lo que me contaban sino el cómo me lo contaban. Acababa de descubrir el cine como Arte.
A mitad de película, y esto es totalmente verídico, tuve que poner el pause en el video porque necesitaba procesar todo lo que estaba viendo, y en concreto la escena que acababa de ver. Estaba solo en casa por lo que me tuve que tragar para mis adentros esa sensación de querer contarle a alguien que lo que estaba visualizando era la ostia y que acababa de descubrir en mi vida algo nuevo y muy grande.


La escena es puro cine mudo y corresponde al momento del film en que James Stewart descubre que algo raro está pasando en la casa de enfrente y sospecha del posible asesinato. Todo se nos muestra sin palabras, con el sonido de la tormenta y una leve melodía de piano de fondo. Pero lo que realmente da fuerza a la escena, son los planos cortos con las reacciones de James Stewart ante lo que está viendo, y los numerosos fundidos en negro utilizados, que además de mostrar el paso del tiempo entre los continuos viajes que el asesino hace para esconder el cuerpo troceado de su esposa, sirven para dar una fuerza especial a la escena. Se nos ha presentado en apenas un par de minutos toda una historia, el nudo de la misma. Como se suele decir, el director pone encima de la mesa las cartas para que el espectador las vea, y no me preguntéis por qué, nunca hasta ese día había visto presentar esas cartas de una manera tan, no sé, fascinante y artística. Y todo ello, sin usar una sola palabra. Sólo con imágenes. El origen del cine.

A partir de esa película empecé a devorar films clásicos, a leer libros sobre directores, a asistir a cursos de cine, todo para poder ver más allá de las historias que nos cuentan las películas, para intentar intuir el porqué poner una cámara aquí, o colocar un flashback allá, provoca que un espectador se emocione o no ante la historia que le están contando.

Posteriormente hubo decenas de películas donde volví a sentir la misma agradable sensación que había experimentado aquella tarde con La Ventana Indiscreta. La sensación era indescriptible. Gozo, satisfacción, admiración por aquel que ha logrado transmitirte eso, ganas de hablar de ello con alguien que haya sentido lo mismo,… Y digo "era" porque desgraciadamente hace mucho tiempo que no he visto nada en el cine que me provoque todo eso, aunque no pierdo la esperanza.
Siempre he pensado que cada persona tiene esperándole una película o una escena que si se visualiza en unas condiciones anímicas especiales- no tienen porqué ser buenas ni malas, sino simplemente especiales - le hará sentirse como me sentí yo aquella tarde de hace ya un porrón de años, descubriendo que en esto del cine, como buen arte que es, siempre hay algo más.
En mi caso, el día que descubrí La Ventana Indiscreta fue el origen de todo.