miércoles, 9 de julio de 2008

Lucero


Siempre he sentido especial fascinación en esto del cine por los personajes no ganadores -que no derrotados- seguramente porque ejemplifican más que ningún otro tipo lo que es la dignidad.

La escena de hoy pertenece a Fat City (aquí llamada Ciudad Dorada), película dirigida por John Huston en 1972. La película, dura y deprimente donde las haya, habla del mundo sórdido del boxeo. Bueno, en realidad como casi todas las películas de boxeo, habla de todo, menos de boxeo. Y aunque la película se centra en la vida de Billy Tully (un gran Stacy Keach), al cual sí se puede considerar un auténtico perdedor - boxeador retirado, expromesa reconvertida a alcohólico que vuelve al ring en un (último?) intento de buscar sentido a su vida- para mí el gran hallazgo de la película y por lo que siempre la recordaré es por la aparición de un personaje secundario, Arcadio Lucero.

Lucero aparece en el film a la hora y pico de metraje, y desaparece con la misma facilidad con que entra, a los diez, quince minutos. Es de esos personajes que demuestran la grandeza de un buen guionista y director. Aporta muy poco a la historia de Tully que se nos pretende contar, pero aporta mucho a la historia personal de aquél que está viendo la película. O por lo menos, eso fue lo que consiguió en mi caso.

Arcadio Lucero es, como Tully, otro viejo boxeador, al que suponemos otros tiempos de gloria, y que sigue boxeando, no se sabe muy bien por qué, a una edad donde seguramente si le hubieran dado a elegir, él hubiera escrito cualquier otra entrada de guión en su vida. El manager de Tully le busca un combate contra él, porque sabe que es el primar rival más o menos serio al que pueda derrotar, a sabiendas de la precaria condición física de su pupilo.

Como digo, Lucero aparece a mitad de película y su presentación es sublime, bajando de un triste autobús de línea que llega a Stockton, la ciudad donde tiene lugar el combate. Baja solo, con una maleta, sin la presencia de un manager que le acompañe. Pero trajeado y con un aspecto impecable. La siguiente escena nos lo muestra en silencio, en la habitación del motel donde se hospeda, mirando al techo tumbado en la cama. Se incorpora para tomar una pastilla. Se levanta al servicio y orina sangre. Está enfermo.

Después viene la larga secuencia del combate, donde los dos luchadores pelean de forma patética totalmente exhaustos por el esfuerzo al que se ven sometidos. Al final del tercer asalto, el árbitro detiene el combate y da ganador a Tully, porque Lucero no puede continuar.

La secuencia que quiero compartir con vosotros viene a continuación. El manager y demás compañeros de gimnasio de Tully salen de los vestuarios celebrando de manera contenida la victoria. En ese momento, mientras salen de cuadro, la cámara se queda fija y enfoca al pasillo vacío del gimnasio, levemente iluminado por tres focos. Después, sólo se escucha el sonido ambiente, y unos pasos al fondo, lugar en el que aparece la silueta trajeada y con sombrero de Lucero, portando la misma maleta y con un aspecto tan impecable como el que mostraba cuando bajó de aquel autobús. A su paso, las luces del gimnasio se van apagando una a una, y a él, con su paso firme y decidido, parece no importarle. La cámara gira levemente para que veamos como desparece por la puerta de salida, momento en el cual ya nunca más le volveremos a ver.

Me maravilla de esta escena su simbología, tanto como la puesta en escena y el caminar tan seguro de Lucero por ese pasillo. No me da la sensación de ver a alguien derrotado, sino todo lo contrario. De ver a un auténtico luchador, que se mantiene digno aun cuando intuimos que las cosas no le han ido del todo bien.

La escena muestra la grandeza de un director, de un gran director, que es capaz de detener su cámara unos segundos en un rincón para rendir un homenaje a un personaje que en manos de cualquier otro, hubiera servido únicamente de relleno para seguir contando la historia del protagonista Billy Tully. He visto en el cine pocos personajes secundarios que me hayan dicho tantas cosas con tan pocos segundos de presencia en la pantalla.

En un cine repleto de perdedores, como es el cine de John Huston, Lucero aparece como triunfador, para revindicar que, seguramente, lo más importante de un ser humano es su dignidad.

Por cierto, se me olvidaba dejaros la escena. Perdonad la calidad, pero como supondréis, tener estos gustos tan raros hace que encontrar por la red determinadas cosas sea prácticamente imposible.

martes, 1 de julio de 2008

La felicidad en 4 minutos


Si ya es tremendamente complicado describir con palabras cualquier término abstracto, imagínate con imágenes. Si además le sumas que ese término abstracto es la felicidad, que para cada ser humano puede significar una cosa bien distinta, la cuestión se complica sobremanera. Para mí lo más cercano a la felicidad es cuando he estado enamorado, y por eso me encanta la escena más archifamosa de Cantando bajo la lluvia, que por si acaso alguno no ha visto completa, aquí os dejo su enlace:

http://es.youtube.com/watch?v=rmCpOKtN8ME

Aquí no voy detenerme en analizar partes famosas de la escena, como la presencia amenazante del policía en la parte final, representando el delicado momento que tanto los guionistas como el propio Gene Kelly estaban atravesando debido a la caza de brujas ordenada por el senador McArthy, uno de los episodios más vergonzosos de la historia de Hollywood. Ni siquiera voy a resalzar que Gene Kelly rodó la escena con algunas décimas de fiebre, ante una tremenda lluvia artificial. Por supuesto, pararse en analizar la magnificencia de la coreografía del baile de la escena, es totalmente absurdo, porque la perfección es imposible de describir en palabras. Yo por lo menos yo no me atrevo a hacerlo.

Lo que más me fascina de esta escena, y por eso, creo que es una buena escena para inaugurar el blog, es como logra transmitir más que ninguna otra escena de un Musical, aquello que llamamos “felicidad”.

La mayoría de las personas, entre las que me incluyo, pasan su vida buscando la felicidad como si se tratase de una meta, lejana, pero a la que ansiamos llegar algún día sin saber muy bien qué narices nos vamos a encontrar allí, o lo que es lo mismo, sin tener claro qué es lo que estamos buscando para lograr decir ese día las palabras mágicas “yo soy feliz”. Tal vez, no nos damos cuenta que la felicidad se basa en momentos, pequeños momentos que a veces duran minutos o escasos segundos.

Pues bien, en esta escena de Cantando bajo la lluvia, cuando Debbie Reynolds cierra la puerta de su casa tras despedirse de su amado, siempre me fijo en la cara de Gene Kelly y con una sonrisa idiota que se me pone en la boca, me digo a mí mismo “este tío es feliz”. Y logro entender su reacción posterior de ponerse a bailar, chapotear, brincar, saltar, sin importarle las gotas de lluvia o la mirada atónita de todos los que pasan a su alrededor. La escena dura escasos cuatro minutos, pero es que esos minutos son la mayor representación en imágenes que he visto de la felicidad.
Joder, mira la escena. Y si tienes la mala suerte de estar pasando en lo personal una mala racha cuando la veas, no me digas que no te inunda la ilusión y la total certeza de que ese mal momento pasará y llegarás a estar algún día como Gene Kelly, en lo alto de una farola, agarrado a ella y sintiéndote la persona más feliz del universo. Tal vez mucho más pronto de lo que te imaginas.

Repito, para cada uno la felicidad significará una cosa, pero seguro que sea lo que sea lo que te la provoque, tu cara en ese momento se parecerá enormemente a la de Gene Kelly, y por eso quería que este trozo de película usado tantas veces para ilustrar la grandeza del cine, sirviese de excusa para comenzar este blog. La semana que viene, más.

Ojalá algún día me vuelva a enamorar y tú, donde quiera que estés ahora, me despidas con un beso en tu portal con la lluvia como protagonista. Si es así, me acordaré del bueno de Gene, y tal vez, si los años todavía no han acabado con mi eterna ilusión de crío adolescente, cometa la locura de tirar mi paraguas en una esquina y decida regresar a mi casa dando un paseo, totalmente empapado… y cantando bajo la lluvia.