
Siempre he sentido especial fascinación en esto del cine por los personajes no ganadores -que no derrotados- seguramente porque ejemplifican más que ningún otro tipo lo que es la dignidad.
La escena de hoy pertenece a Fat City (aquí llamada Ciudad Dorada), película dirigida por John Huston en 1972. La película, dura y deprimente donde las haya, habla del mundo sórdido del boxeo. Bueno, en realidad como casi todas las películas de boxeo, habla de todo, menos de boxeo. Y aunque la película se centra en la vida de Billy Tully (un gran Stacy Keach), al cual sí se puede considerar un auténtico perdedor - boxeador retirado, expromesa reconvertida a alcohólico que vuelve al ring en un (último?) intento de buscar sentido a su vida- para mí el gran hallazgo de la película y por lo que siempre la recordaré es por la aparición de un personaje secundario, Arcadio Lucero.
Lucero aparece en el film a la hora y pico de metraje, y desaparece con la misma facilidad con que entra, a los diez, quince minutos. Es de esos personajes que demuestran la grandeza de un buen guionista y director. Aporta muy poco a la historia de Tully que se nos pretende contar, pero aporta mucho a la historia personal de aquél que está viendo la película. O por lo menos, eso fue lo que consiguió en mi caso.
Arcadio Lucero es, como Tully, otro viejo boxeador, al que suponemos otros tiempos de gloria, y que sigue boxeando, no se sabe muy bien por qué, a una edad donde seguramente si le hubieran dado a elegir, él hubiera escrito cualquier otra entrada de guión en su vida. El manager de Tully le busca un combate contra él, porque sabe que es el primar rival más o menos serio al que pueda derrotar, a sabiendas de la precaria condición física de su pupilo.
Como digo, Lucero aparece a mitad de película y su presentación es sublime, bajando de un triste autobús de línea que llega a Stockton, la ciudad donde tiene lugar el combate. Baja solo, con una maleta, sin la presencia de un manager que le acompañe. Pero trajeado y con un aspecto impecable. La siguiente escena nos lo muestra en silencio, en la habitación del motel donde se hospeda, mirando al techo tumbado en la cama. Se incorpora para tomar una pastilla. Se levanta al servicio y orina sangre. Está enfermo.
Después viene la larga secuencia del combate, donde los dos luchadores pelean de forma patética totalmente exhaustos por el esfuerzo al que se ven sometidos. Al final del tercer asalto, el árbitro detiene el combate y da ganador a Tully, porque Lucero no puede continuar.
La secuencia que quiero compartir con vosotros viene a continuación. El manager y demás compañeros de gimnasio de Tully salen de los vestuarios celebrando de manera contenida la victoria. En ese momento, mientras salen de cuadro, la cámara se queda fija y enfoca al pasillo vacío del gimnasio, levemente iluminado por tres focos. Después, sólo se escucha el sonido ambiente, y unos pasos al fondo, lugar en el que aparece la silueta trajeada y con sombrero de Lucero, portando la misma maleta y con un aspecto tan impecable como el que mostraba cuando bajó de aquel autobús. A su paso, las luces del gimnasio se van apagando una a una, y a él, con su paso firme y decidido, parece no importarle. La cámara gira levemente para que veamos como desparece por la puerta de salida, momento en el cual ya nunca más le volveremos a ver.
Me maravilla de esta escena su simbología, tanto como la puesta en escena y el caminar tan seguro de Lucero por ese pasillo. No me da la sensación de ver a alguien derrotado, sino todo lo contrario. De ver a un auténtico luchador, que se mantiene digno aun cuando intuimos que las cosas no le han ido del todo bien.
La escena muestra la grandeza de un director, de un gran director, que es capaz de detener su cámara unos segundos en un rincón para rendir un homenaje a un personaje que en manos de cualquier otro, hubiera servido únicamente de relleno para seguir contando la historia del protagonista Billy Tully. He visto en el cine pocos personajes secundarios que me hayan dicho tantas cosas con tan pocos segundos de presencia en la pantalla.
En un cine repleto de perdedores, como es el cine de John Huston, Lucero aparece como triunfador, para revindicar que, seguramente, lo más importante de un ser humano es su dignidad.
Por cierto, se me olvidaba dejaros la escena. Perdonad la calidad, pero como supondréis, tener estos gustos tan raros hace que encontrar por la red determinadas cosas sea prácticamente imposible.
La escena de hoy pertenece a Fat City (aquí llamada Ciudad Dorada), película dirigida por John Huston en 1972. La película, dura y deprimente donde las haya, habla del mundo sórdido del boxeo. Bueno, en realidad como casi todas las películas de boxeo, habla de todo, menos de boxeo. Y aunque la película se centra en la vida de Billy Tully (un gran Stacy Keach), al cual sí se puede considerar un auténtico perdedor - boxeador retirado, expromesa reconvertida a alcohólico que vuelve al ring en un (último?) intento de buscar sentido a su vida- para mí el gran hallazgo de la película y por lo que siempre la recordaré es por la aparición de un personaje secundario, Arcadio Lucero.
Lucero aparece en el film a la hora y pico de metraje, y desaparece con la misma facilidad con que entra, a los diez, quince minutos. Es de esos personajes que demuestran la grandeza de un buen guionista y director. Aporta muy poco a la historia de Tully que se nos pretende contar, pero aporta mucho a la historia personal de aquél que está viendo la película. O por lo menos, eso fue lo que consiguió en mi caso.
Arcadio Lucero es, como Tully, otro viejo boxeador, al que suponemos otros tiempos de gloria, y que sigue boxeando, no se sabe muy bien por qué, a una edad donde seguramente si le hubieran dado a elegir, él hubiera escrito cualquier otra entrada de guión en su vida. El manager de Tully le busca un combate contra él, porque sabe que es el primar rival más o menos serio al que pueda derrotar, a sabiendas de la precaria condición física de su pupilo.
Como digo, Lucero aparece a mitad de película y su presentación es sublime, bajando de un triste autobús de línea que llega a Stockton, la ciudad donde tiene lugar el combate. Baja solo, con una maleta, sin la presencia de un manager que le acompañe. Pero trajeado y con un aspecto impecable. La siguiente escena nos lo muestra en silencio, en la habitación del motel donde se hospeda, mirando al techo tumbado en la cama. Se incorpora para tomar una pastilla. Se levanta al servicio y orina sangre. Está enfermo.
Después viene la larga secuencia del combate, donde los dos luchadores pelean de forma patética totalmente exhaustos por el esfuerzo al que se ven sometidos. Al final del tercer asalto, el árbitro detiene el combate y da ganador a Tully, porque Lucero no puede continuar.
La secuencia que quiero compartir con vosotros viene a continuación. El manager y demás compañeros de gimnasio de Tully salen de los vestuarios celebrando de manera contenida la victoria. En ese momento, mientras salen de cuadro, la cámara se queda fija y enfoca al pasillo vacío del gimnasio, levemente iluminado por tres focos. Después, sólo se escucha el sonido ambiente, y unos pasos al fondo, lugar en el que aparece la silueta trajeada y con sombrero de Lucero, portando la misma maleta y con un aspecto tan impecable como el que mostraba cuando bajó de aquel autobús. A su paso, las luces del gimnasio se van apagando una a una, y a él, con su paso firme y decidido, parece no importarle. La cámara gira levemente para que veamos como desparece por la puerta de salida, momento en el cual ya nunca más le volveremos a ver.
Me maravilla de esta escena su simbología, tanto como la puesta en escena y el caminar tan seguro de Lucero por ese pasillo. No me da la sensación de ver a alguien derrotado, sino todo lo contrario. De ver a un auténtico luchador, que se mantiene digno aun cuando intuimos que las cosas no le han ido del todo bien.
La escena muestra la grandeza de un director, de un gran director, que es capaz de detener su cámara unos segundos en un rincón para rendir un homenaje a un personaje que en manos de cualquier otro, hubiera servido únicamente de relleno para seguir contando la historia del protagonista Billy Tully. He visto en el cine pocos personajes secundarios que me hayan dicho tantas cosas con tan pocos segundos de presencia en la pantalla.
En un cine repleto de perdedores, como es el cine de John Huston, Lucero aparece como triunfador, para revindicar que, seguramente, lo más importante de un ser humano es su dignidad.
Por cierto, se me olvidaba dejaros la escena. Perdonad la calidad, pero como supondréis, tener estos gustos tan raros hace que encontrar por la red determinadas cosas sea prácticamente imposible.
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